domingo, 13 de marzo de 2011

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La ridícula forma de re-cordar re-volver re-vivir: cuando las sábanas lamían un cuerpo y las manos resbalaban (incansables e insaciables) por una espalda tímida y suave. Ridícula sensación de que sabe a poco y de que sigo teniendo hambre y sed. De un cuerpo y una sensación demasiado ridícula porque no tiene nombre ni apellidos.

La forma de no saber si merece la pena preguntar: ¿Va a llover? Para, sólo, dejar de cargar con un paraguas roto a todas partes como si fuera un tesoro mientras pasan veinte años… y sin saber si merece la pena preguntar ¿Va a llover? Cuando sé de sobra que siempre llueve-siempre me mojo-siempre me gusta.

Ridícula.

La mañana que es poesía plena- pura y envuelta en humo de un cigarrillo mal apagado y páginas de un libro que alguien escribió hace siglos con palabras inmensas y bellas que todo lo dicen y estremecen… como ese/un beso llegando de golpe y por sorpresa que es también inmenso y bello y todo lo dice y estremece.

Ridícula.

Sintiéndome estrella de cina mientras me pinto las uñas con el eterno Chanel 509. Sintiendo frío calor y llevando susurros en el bolsillo. Sintiendo la amenaza de pasar de estación y no guardar un recuerdo.


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