domingo, 21 de agosto de 2011

Domingo.



Los domingos dan que pensar. O simplemente se aprovechan. Para pensar. Porque nada más apetece. Al menos conscientemente.

Lo que pasa a lo largo de seis días siempre lo acabo descubriendo al séptimo. 
Sobre todo cuando despierto en una cama ajena. 
Con otro cuerpo ajeno al lado. Otra espalda. Y respiración. 
Otro amanecer, semi-atardecer. 
Porque los domingos también fueron hechos para apagar el despertador. 
No ponerlo. Ser inconsciente. Descubrir notas. Encontrar palabras. Perderlas. No atreverse. A pronunciar. Las.


¿Qué me pasa a veces? Al cuerpo. Que se retiene. 
Que se no atreve. 
Que no se sumerge. Al deseo. Que no hace nada. 
Que es inválido a tiempo parcial a sueldo medio.


Madrid está que arde. De calor. De poco viento. Poco aire. Poco de todo. Demasiado. 
Pero al caminar hacia casa mi mente me comparaba con un cubito de hielo. Con una copa de vodka y mucho limón. 
Y hielo. Machacado.
Ya no se desayunan diamantes. Ni con ellos. Ni sobre ellos.
Ayuno sin diamantes. Compro periódicos para llenar. O vaciar.  Los ojos y el alma si es que me queda. Escribo desde el metro para decir que termino. La semana y empiezo el día, la tarde. Que se hace de noche mientras sigo embadurnada de miradas. 
De sensaciones.


Que pienso que muchos necesitan un mapa del mundo tatuado en el pecho. Para no olvidar que hay más de un mundo en el mundo. Que también hay estrellas y no sólo farolas. Que los aviones también son estrellas, que caen pero que a menudo llegan. Que ver clásicos hasta las seis de la mañana no es de bohemios, sino de locos. Transeúntes del mundo sin más. Unos locos por permitirse vivir no viviendo una noche.
Que el deseo se extirpa. Y que cabe dolor. Y hay tormentas. Y hace aire cuando sacas la mano por el techo. Del coche.  Y que cabe vergüenza, pero no es el caso.


Que. Hay demasiado. En una semana. En seis días. Para que llegue el séptimo y siga sin entender. Nada.

miércoles, 17 de agosto de 2011

En cera. En Vida.



Mira que parece fácil. Se da por hecho. Eso de El Día a Día. 

Contamos con que vivir es lo suyo. Dominamos los elementos e inventamos planetas que siquiera se imaginaban hace tiempo. 
Tomamos cafés a media mañana para despejar la mente. 
Para seguir dominando. El mundo. El propio digo. 
Lo otro se lo inventaron los cuatro locos de turno pensando poder dominarlo también.
Enciendo el cigarro.
 Tras otro y otro de antes. Tres de golpe.
 Alta dosis de nicotina para poder. 
Poner de excusa el cáncer de pulmón en vez de la vida misma.
 Es más fácil así.
 Echar la culpa al cáncer y no a la vida. 
Que cuando dice se acabó, se extirpa. Cuando nos abandona. 
No podemos dominarla. Creemos que sí, pero en el fondo. 
Somos esclavos del aire.
Inténtalo. Intenta no necesitar aire durante un minuto. Cuesta, ¿verdad?

Muerte. Como la cera. Que asesina la llama.