miércoles, 20 de junio de 2012

Carta número ciento sesenta y. Siente.

Hola madre,

Te llamaría si supieras dónde encontrarme te besaría las muñecas de la piel de las manos. Constantemente. Te pediría que me abrazaras como nadie más que tú podría. Me romperías. Los huesos de estrujarme pero no te pediría que soltaras. Nunca.

Te escribiría toda la verdad si supieras aceptarla te daría las mejillas para que pudieras ahogarte. Ahogarme, mama. ¿Recuerdas cuando casilo consigo a los siete años? Claro que recuerdas porque me salvaste y luego todas las veces restantes hasta que aprendí a irme. Eso no me lo enseñaste, pero huí. De ti. La perfecta que me enseñó a amar. Como nadie aprendería a aceptar ser amado. Te quiero tanto que sonrío cada vez que no puedo evitar llorar. Llorarte toda encima mía. Sin dejar de apretarme el esqueleto.

Luego me corto en juliana y me calcino a fuego lento los recuerdos prendo fuego a la memoria. En blanco y negro la perfecta memoria, como tú de perfecta, madre.

Has imaginado bien, he crecido. He caído he volado he callado he follado. Me han follado me han tirado he aterrizado. He aprendido a cocinar en cuatro idiomas seguidos y hasta me encanta el café. Como a ti, verdad? Verdad, afirmo susurrando.
Has imaginado bien, he crecido. Soy la perfecta mujer gris. Dejé de estudiar la tercera carrera por desconocimiento. Me cansé de hurgar me hice el carnet de autodidacta en una habitación de alquiler no muy lejos de la vida en ese continente que tanto imaginabas en los cuentos recién inventados. Para mi. Para alejar las pesadillas que nunca se alejaban. ¿Sabes? Puede que no se fueran nunca porque les gustaba tu olor tendido alrededor de mi cuerpo a las cuatro de la mañana. A jazmín hecho a mano. Tus manos. Tus manos.

...
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Prometo enviarte alguna de todas las cartas que te he escrito prometo ser buena. Prometo amarte siempre. Como mi heroína. De los libros.

Ahora,por favor:

Miénteme y dime que esta noche estarás. A las cuatro, donde siempre.

Tu Ene



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