martes, 27 de septiembre de 2011

Humo de cigarrillo


Fue fácil echarte de menos cuando no te conocía. Hoy París, mañana Moscú. Sucedáneos días que me mecían de aquí para allá sin demasiado cuidado. No se me da bien ser caníbala a pleno pulmón y sin dientes.  Si mi preferido fue el pastel de manzana, con mucha canela y nueces y, eso que es secreto de cuaderno amarillo, guardado orgullosamente generación tras generación.

Todo eso fue antes de tu piel. Masticarla en imágenes lentas y vagas. 
Antes del incendio que nunca fue tan difícil de empezar.

Y se me da tan mal alejarte que hasta dejaría las galletas de avena de media-noche. Renunciaría al humo entre los dedos. A las mañanas que son días enteros. Renuncio a todo si te llevas el miedo.  Hasta al café sin azúcar demasiado negro, al otoño amarillo y al color de uñas en terapia intensiva.

¿Cuándo he tolerado la piel cruda? Sin especias ni 180 grados de pre-calentamiento. Ya no lo recuerdo. Ni eso, ni el siquiera querer olvidarlo. Y punto aparte.

Hoy he aprendido: es un sueño. No a la antigua usanza sino de esos. Con los ojos abiertos. No es que se repita, es que se produce en mi subconsciente y rueda. Por la ladera de mi mente hasta. Plantar raíces firmes en mi conciencia. 




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